Crisis de Pánico: Comprender el fenómeno y saber cómo actuar
Artículo creado por Ps. Emiliano Correa Santos.
Psicólogo Adultos-Juvenil Centro Terapéutico Terranova.
¿Alguna vez has sentido que de pronto tu corazón se acelera, te falta el aire, te mareas y tu mente solo puede pensar en lo peor?
Tal vez creíste que estabas a punto de desmayarte o incluso que ibas a morir. Si te ha pasado algo así, es posible que hayas vivido una crisis de pánico.
Aunque muchas personas lo han experimentado en silencio, hablar de ello sigue siendo necesario.
Este artículo busca ofrecer información y recursos útiles para personas que enfrenten crisis de pánico, o estén acompañando a alguien que pase por una, sin embargo es importante tener en cuenta que estas herramientas no reemplazan el valor de un acompañamiento profesional. Las crisis de pánico pueden ser desafiantes, pero no tienes que enfrentarlas en soledad. Consultar con un especialista puede marcar una gran diferencia en el camino hacia el bienestar.
¿Qué es una crisis de pánico?
Las crisis de pánico son episodios de ansiedad extrema que pueden surgir de manera repentina y sin un peligro real que las justifique, que alcanza su punto máximo en pocos minutos y que incluye síntomas como:
- Palpitaciones o aceleración del ritmo cardíaco.
- Sensación de ahogo o dificultad para respirar.
- Mareos o sensación de inestabilidad.
- Temblores o sacudidas.
- Sudoración excesiva.
- Hormigueo o entumecimiento.
- Náuseas o molestias gastrointestinales.
- Sensación de irrealidad o desconexión.
- Miedo a perder el control, enloquecer o morir.
Estos síntomas se presentan en ausencia de un peligro real y, aunque son temporalmente limitados, la intensidad de la experiencia suele generar un fuerte malestar emocional y preocupación por la posible repetición.
Causas de las crisis de pánico: una mirada a los factores y su contexto epidemiológico
El origen de las crisis de pánico es multifactorial y complejo. La mayoría de los estudios apuntan a una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales:
- Factores ambientales de estrés: Situaciones de alta exigencia laboral, conflictos familiares, dificultades económicas, sobrecarga de responsabilidades o incluso cambios vitales importantes pueden actuar como factores desencadenantes o amplificadores del malestar. Cuando estos estresores se acumulan o se prolongan en el tiempo, el sistema nervioso puede volverse más reactivo, facilitando la aparición de crisis, incluso ante estímulos que antes no generaban esa respuesta.
- Patrones de pensamiento y creencias disfuncionales: Quienes las padecen suelen interpretar sensaciones corporales normales, por ejemplo taquicardia, hormigueo o mareos, como signos de un peligro inminente (desmayarse, perder el control, u otros). Estas interpretaciones catastrofistas, junto con creencias de autoeficacia disminuida (“no puedo manejar esto”) y expectativas de desesperanza (“esto nunca va a terminar”), mantienen y refuerzan la intensidad de la crisis. (Beck & Emery, 1985; Clark, 1986; Barlow, 2002).
- Estilos de afrontamiento y experiencias de vida: Las estrategias que cada persona desarrolla para manejar el malestar muchas veces tienen su origen en las vivencias de la infancia. Quienes han crecido en entornos donde las emociones no fueron acompañadas o comprendidas, pueden haber aprendido a reprimir, evitar o desconectarse de lo que sienten como una forma de protección. Aunque en su momento estas estrategias ayudaron a sobrellevar situaciones difíciles, con el tiempo pueden aumentar la sensibilidad al estrés y favorecer la aparición de crisis de pánico. La buena noticia es que estos patrones pueden cambiarse con acompañamiento y herramientas adecuadas (McLaughlin et al., 2010).
- Factores neuroquímicos: Alteraciones en neurotransmisores como la serotonina, la noradrenalina y el GABA parecen estar implicadas en la aparición de las crisis.
- Condiciones de salud y consumo de sustancias: El consumo de cafeína, nicotina o drogas estimulantes, así como algunas afecciones médicas (como hipertiroidismo o alteraciones respiratorias), pueden facilitar la aparición de episodios de pánico.
- Predisposición genética y biológica: Existen datos que sugieren un componente hereditario, ya que las personas con antecedentes familiares de trastornos de ansiedad presentan un mayor riesgo de desarrollar crisis de pánico (Hettema et al., 2001).
La experiencia y la expresión de las crisis de pánico pueden estar influenciadas por factores sociales y culturales. Algunas culturas pueden estigmatizar más los problemas de salud mental, lo que dificulta que las personas busquen ayuda (Corrigan, 2004). Las expectativas sociales, los roles de género y los niveles de estrés comunitario también pueden desempeñar un papel en la vulnerabilidad y la manifestación de la ansiedad y el pánico.
Por ejemplo, en sociedades con altos niveles de competitividad y presión por el éxito, la ansiedad relacionada con el rendimiento puede ser un factor desencadenante (Hofmann et al., 2010). Del mismo modo, eventos traumáticos a nivel comunitario o la falta de apoyo social pueden aumentar la susceptibilidad a experimentar problemas de ansiedad, incluyendo las crisis de pánico (Norris, 1992).
Estrategias para afrontar una crisis de pánico
Durante una crisis de pánico, la persona siente que pierde el control, aunque en realidad el episodio es autolimitado y suele ceder por sí solo. Algunas estrategias pueden ayudar a manejar el momento:
1. Reconocer la naturaleza de la crisis
Identificar que se trata de un episodio de ansiedad, y no de una enfermedad física grave, es el primer paso para disminuir la alarma.
2. Controlar la respiración
Respirar de manera lenta y profunda, priorizando exhalaciones prolongadas, contribuye a la regulación fisiológica. Una de estas técnicas es la respiración 4-7-8, que consiste en inhalar por la nariz durante 4 segundos, mantener el aire en los pulmones 7 segundos y exhalar lentamente por la boca durante 8 segundos.
Este tipo de prácticas pueden ayudar muchísimo, ya que el manejo de la respiración ayuda a contrarrestar el fenómeno de la hiperventilación, que suele afectar a quienes padecen una crisis de pánico, produciéndose sensación de falta de aire, mareos, y entumecimiento de pies y manos entre otros síntomas.
3. Uso de anclajes sensoriales
Centrar la atención en estímulos externos concretos, como describir objetos visibles o notar las texturas con las manos, ayuda a contrarrestar la sensación de despersonalización.
4. Recordar la temporalidad
Las crisis suelen alcanzar su punto máximo en los primeros 10 minutos, y disminuyen de manera gradual, aunque la sensación de malestar parezca persistir.
5. Visualiza un lugar seguro
Cierra los ojos e imagina un lugar que te resulte seguro y relajante. Concéntrate en los detalles de ese lugar.
Cómo acompañar a alguien que atraviesa una crisis de pánico
El acompañamiento adecuado puede reducir el impacto de la crisis para la persona que la experimenta. Estas son algunas pautas útiles:
- Mantener la calma y transmitir seguridad.
- Hablar de forma clara y pausada, validando la experiencia sin minimizar.
- Ofrecer apoyo físico, si la persona lo pide, o guiar en la respiración.
- Fomentar el uso de anclajes como tocar objetos o describir el entorno.
- Evitar expresiones como “tranquilízate” o “no es para tanto”, que pueden aumentar la frustración o la incomodidad.
- Distraela suavemente: Intenta desviar su atención preguntándole algo sencillo o enfocándose en el entorno.
En muchas ocasiones, la simple presencia tranquila de alguien conocido es suficiente para ayudar a que la crisis ceda.
Tratamiento y prevención
Las crisis de pánico tienen tratamiento. La terapia cognitivo-conductual es uno de los enfoques más estudiados y efectivos, centrada en identificar los pensamientos catastróficos, reeducar la respuesta corporal al miedo y promover técnicas de relajación y exposición controlada.
En casos específicos, el acompañamiento farmacológico puede ser una herramienta complementaria bajo la supervisión de profesionales de la salud mental.
Además, mantener hábitos saludables, promover la actividad física regular, el descanso adecuado y la gestión del estrés diario son factores que disminuyen la probabilidad de sufrir nuevas crisis.
Conclusión
Las crisis de pánico son episodios que generan un alto nivel de sufrimiento. También podemos comprender que muchos elementos de nuestro entorno, que producen estrés, y que pueden ser difíciles de controlar, están asociados a estas. Sin embargo, estas sí pueden tratarse con éxito mediante apoyo psicológico especializado y un enfoque integral.
Comprender el fenómeno es importante, y nos permite identificar qué eventos en nuestra vida y cuáles pensamientos en nuestra mente están asociados a que las crisis se presenten. Examinar lo que nos pasa interna y externamente, y cómo esto se asocia a las crisis permite dar pie a cambios que reduzcan el estrés, ansiedad y miedo asociados a esta desagradable experiencia.
Bibliografía
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- Hettema, J. M., Neale, M. C., & Kendler, K. S. (2001). A Review and Meta-Analysis of the Genetic Epidemiology of Anxiety Disorders. American Journal of Psychiatry, 158(10), 1568-1578.
- McLaughlin, K. A., et al. (2010). Childhood adversities and adult psychiatric disorders in the National Comorbidity Survey Replication (NCS-R) II: Associations with persistence of DSM-IV disorders. Archives of General Psychiatry, 67(2), 124-132.
- Beck, A. T., & Emery, G. (1985). Anxiety Disorders and Phobias: A Cognitive Perspective. Basic Books.
- Clark, D. M. (1986). A cognitive approach to panic. Behaviour Research and Therapy, 24(4), 461-470.
- Barlow, D. H. (2002). Anxiety and Its Disorders: The Nature and Treatment of Anxiety and Panic (2nd ed.). Guilford Press.
- Corrigan, P. W. (2004). How stigma interferes with mental health care. American Psychologist, 59(7), 614–625
- Norris, F. H. (1992). Epidemiology of trauma: Frequency and impact of different potentially traumatic events on different populations. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 60(3), 409–418.
- Hofmann, S. G., Asnaani, A., Vonk, I. J., Sawyer, A. T., & Fang, A. H. (2010). The efficacy of cognitive behavioral therapy: A review of meta-analyses. Cognitive Therapy and Research, 36(5), 427–440.