Cómo se vive el trauma desde el cuerpo: claves para sanar desde lo somático
“El cuerpo recuerda lo que la mente no puede.”
— Bessel van der Kolk
El trauma vive en el cuerpo, no solo en la mente
Muchas veces pensamos en el trauma como un recuerdo doloroso o una experiencia emocional difícil. Pero la realidad es que el trauma no se limita a la mente. Vive en el cuerpo, en la piel, en los músculos tensos, en la respiración entrecortada, en el estómago revuelto y en esa constante sensación de amenaza, aunque “no haya nada” alrededor.
Lo más complejo es que muchas veces, las personas no recuerdan de forma consciente lo que les ocurrió. No pueden ponerlo en palabras. Sin embargo, el cuerpo no miente. Responde con síntomas, con patrones de defensa, con estados de alerta o desconexión.
🧬 El cuerpo como testigo del trauma
Cuando una persona atraviesa una experiencia abrumadora —como abuso, abandono, violencia, bullying, negligencia emocional o un accidente grave— el sistema nervioso entra en un estado de hiperactivación (lucha/huida) o inmovilidad (congelamiento).
Estos estados son respuestas automáticas del cuerpo ante el peligro, mediadas por estructuras cerebrales como el tallo cerebral y el sistema límbico. Su objetivo es la supervivencia. Pero cuando estas respuestas quedan atrapadas —sin poder descargarse o resolverse—, el trauma se convierte en una huella somática.
Esto puede manifestarse como:
- Ansiedad crónica
- Dolor corporal persistente
- Problemas digestivos
- Disociación (sentirse fuera del cuerpo o emocionalmente anestesiado)
- Dificultades en los vínculos y la confianza
“El trauma es una herida invisible que vive dentro del cuerpo hasta que aprendemos a sentirla y liberarla.”
— Gabor Maté
🧠 ¿Por qué no recordamos todo?
Una de las confusiones más comunes es pensar que, si no se recuerda el evento traumático, entonces no hubo trauma. Pero el cerebro humano tiene formas de protegernos cuando algo es demasiado abrumador.
Durante un episodio de alto estrés, el sistema de alerta (amígdala) se activa intensamente, mientras que el centro de la memoria (hipocampo) reduce su funcionamiento. Esto impide que las experiencias traumáticas se almacenen como recuerdos narrativos coherentes.
En cambio, quedan grabadas como fragmentos sensoriales:
- Imágenes sueltas
- Olores intensos
- Sensaciones físicas
- Reacciones emocionales intensas
Estas memorias implícitas pueden activarse en momentos inesperados, generando reacciones desproporcionadas o síntomas inexplicables.
🎭 Un ejemplo: El caso de Valentina.
Valentina, de 34 años, acude a terapia por crisis de ansiedad inexplicables. No recuerda ninguna experiencia traumática en su infancia. Sin embargo, cada vez que escucha una discusión fuerte, su cuerpo entra en pánico: se tensa, tiembla, y le cuesta respirar.
Durante el proceso terapéutico, surgen sensaciones físicas que la remiten a una infancia marcada por gritos, negligencia y desregulación emocional por parte de sus cuidadores. Aunque no tiene recuerdos visuales claros, su cuerpo ha mantenido viva la memoria.
Este ejemplo ficticio ilustra cómo el trauma puede residir en el cuerpo, aunque la mente lo haya silenciado.
🌱 Sanar desde lo somático: una vía compasiva
La sanación del trauma no empieza necesariamente contando lo que pasó. De hecho, puede ser contraproducente si el cuerpo no está preparado. Por eso, muchos enfoques terapéuticos actuales enfatizan el trabajo somático: volver al cuerpo de forma segura, progresiva y compasiva.
¿Qué implica el enfoque somático?
- Reconocer las sensaciones físicas como parte de la experiencia emocional
- Estar presentes en el cuerpo sin forzarlo ni juzgarlo
- Explorar el lenguaje del cuerpo con respeto y curiosidad
- Permitir que el cuerpo complete ciclos de defensa (movimiento, respiración, expresión)
Las terapias centradas en la compasión y en la autorregulación del sistema nervioso (como Somatic Experiencing, Terapia Sensorio-Motriz, Compasión Focalizada en el Cuerpo y Mindfulness Somático) ayudan a:
- Regular el sistema nervioso autónomo
- Restaurar el sentido interno de seguridad
- Establecer nuevas asociaciones emocionales y sensoriales sanadoras
✨ Claves para comenzar a sanar
Aquí ampliamos tres principios fundamentales para iniciar un camino de sanación corporal:
🔐 1. Sanación: recuperar la seguridad interna
La seguridad no es solo la ausencia de peligro, sino la presencia de una sensación de sostén interno.
El primer paso no es revivir el trauma, sino cultivar seguridad. Esto implica aprender a sentir el cuerpo sin abrumarse, reconocer señales internas y desarrollar recursos de autorregulación: respirar conscientemente, encontrar una postura de calma, reconectar con la tierra a través de los pies.
🤝 2. Conexión: sanar en vínculo, no en aislamiento
La regulación emocional es un proceso relacional. El trauma suele aislar, cortar los vínculos y hacernos creer que estamos solos o defectuosos. En cambio, la sanación ocurre cuando nos sentimos vistos, comprendidos y acompañados.
La conexión con un terapeuta compasivo, con un grupo seguro o con personas significativas puede ser profundamente reparadora.
“El trauma ocurrió en relación, y la sanación también debe ocurrir en relación.”
💔 3. Revivir trauma ≠ sanar trauma
Contrario a lo que muchos piensan, no es necesario revivir el trauma para liberarlo. Forzar recuerdos o emociones intensas puede re-traumatizar. Lo importante es que el cuerpo y la mente estén preparados para procesar de manera segura lo que surja, sin desbordarse.
La memoria traumática se puede liberar a través de movimientos suaves, gestos espontáneos, respiración consciente, visualización compasiva, y sobre todo: una actitud amable hacia uno mismo.
🔗 Enlaces recomendados
- The Body Keeps the Score – Bessel van der Kolk
(Libro esencial sobre cómo el cuerpo guarda la memoria del trauma) - Somatic Experiencing – Trauma Healing (Peter Levine)
(Enfoque clínico de liberación somática del trauma) - Neurosystemics – Compasión y regulación del sistema nervioso
(Programa de trabajo con compasión y neurociencia aplicada al trauma)
“La compasión no es un lujo, es una necesidad biológica para sanar nuestras heridas más profundas.”
— Kristin Neff